SOLEDADES Y LAZOS

Porque nuestra subjetividad está entramada de vínculos y espacios privados, ambos son bienvenidos. Ojalá que los lazos no ahoguen intimidades, ni la soledad bloquee los caminos para el intercambio.



martes, 13 de abril de 2010

DESVENTURAS SATINADAS XII. (Final de la crónica de una quincena accidentada)

XII. ¡¡¡Aleluiiiiaaa!!!


Desde que se levantó, aquella mañana de viernes, Susan ya palpitaba el tan ansiado final. En otras ocasiones, si bien tenía ganas de reencontrarse con los suyos, la entristecía separarse de sus compañeros. En esta ocasión, quería festejar no verlos nunca más.

Durante la mañana, ordenó guardó su ropa y leyó algo. El trío ambulanciero volvió a ir a la playa al mediodía, mientras Pablo dormía y ella leía. Decidió reservar el último capítulo de 1.984 para leerlo en la tranquilidad de su casa. Por última vez, se produjo el cómico recambio de las tardes: el terceto volvía de la playa a la casa y el dúo dejaba la casa para ir a la playa.

Por una cuestión de cortesía, antes de salir, Pablo informó al terceto que esa noche irían a escuchar una banda que tocaba temas de Pink Floyd, que estaban invitados, ya que sería la última noche que compartirían el operativo. La única que se entusiasmó fue Lisa, quizás era la única que conocía Pink Floyd, también.

En esta ocasión, fueron a una playa más lejana, disfrutaron un rato del sol y del mar, matearon y después fueron a recorrer puestos para comprar algún regalito para los suyos.

En el viaje de vuelta, Pablo le dijo que había solicitado autorización para irse temprano, sin esperar el recambio. Pensaba cómo haría para zafar de Teto, que le había tirado la onda de irse con él, si regresaba en su auto.

- No se lo merece, se portó demasiado mal, reflexionó en voz alta.

El médico había invitado a Susan a volver con él a Capital, la psicóloga no podía creer tanta felicidad. Era un regalo caído del cielo salvarse del largo regreso con esa manga de indeseables. Como no quería hacer las cosas mal, consultó con las autoridades, si le permitían regresar con el médico. Por suerte, no sólo le llegó la autorización, también recibió un reconocimiento hacia su trabajo. La psicóloga no se lo esperaba, le habían pegado tantos palos durante esos 15 días, que un mimo así, la descolocó. Lagrimeó un poco, releyendo el texto que le había llegado al celular. Como ya se sentía en confianza con Pablo, no disimuló su emoción. El médico no tenía idea de cómo manejar las emociones del otro, le dijo que hablara con su equipo que, seguramente, podrían contenerla mejor que él. Ella se sonrió y le dijo:

- No necesito que me contengan, estoy re contenta, me cayeron lágrimas pero de emoción. ¡¡¡Vamos a tomar un helado, así no moqueo más!!!

Dicho y hecho, mientras se comían sendos cucuruchos, volvieron a reírse de las bizarreadas que habían tenido que soportar. Sin embargo, Pablo y Susan coincidían en diferenciar a Lisa, la médica. Estaba chapa pero era una buena mujer, seguramente, con otros compañeros, hubiera funcionado mejor. El médico se lamentaba de no poder llevarla también a ella en su auto, pero Lisa sí o sí debía quedarse para el recambio. Además, no iba a poder manejar la situación con Teto, sin que se armara tamaño lío.

- No quiero que nadie se entere que nos vamos antes, vos tené el bolso listo y cuando yo te aviso, ¡¡¡nos vamos!!!

Susan no entendía muy bien el por qué, tampoco le parecía lo más correcto, pero ¿qué había sido correcto en ese terceto desenfrenado? Susan estaba feliz porque la tortura llegaba a su fin, tendría la dicha de viajar más temprano, en auto, directo a Capital Federal y sin tener que soportar a ningún impresentable. Obviamente, acataría lo que él dijera. En esos momentos, era “palabra santa” para ella.

Antes de regresar al chalet, Pablo pasó por el hospital, donde estaba la ambulancia, para que le dieran la llave de la casa. Teto le informó, muy serio, que ellos iban a llegar más tarde porque iban a lavar la ambulancia, que iban a comer más tarde. Pablo le dijo que no se preocupara, que comerían afuera, más aún al enterarse que había ¡¡rissotto!! ¡¡¡Con 40º a la sombra!!!

- Bueno, pero espere, lo apuró Teto. Nos tenemos que organizar para limpiar la casa, así la tenemos lista para mañana. Yo sé que a algunos les gusta hacer unas cosas, a otros otras y algunos no quieren hacer nada.
- Ok, ok, respondió rápidamente Pablo y arrancó el auto.

Susan sonrió, sabía que el palo del patotero, iba directo a su gallinero. En la casa, luego de bañarse, Pablo y Susan acomodaron sus cosas, hicieron un pequeño orden en la casa y se fueron. No querían llegar tarde al recital. Por suerte, el dúo dinámico no acataba órdenes del guasón.

La psicóloga estaba tan contenta que, por primera vez, en quince días, utilizó sus cosméticos. Maquillarse era una expresión de alegría, en ese contexto. Volvieron a pasar por el hospital para entregarles la llave. El trío estaba lavando la ambulancia. Pablo les recordó que a las 22 comenzaba el recital, que los esperaban allí y que luego podrían comer o tomar algo por el centro. Sin esperar mayor respuesta que un sí de compromiso, arrancó el auto.

Llegaron temprano al recital, aunque tenía hambre, Susan prefería quedarse en el lugar para tener un sitio privilegiado para disfrutar el espectáculo. El médico no estaba muy convencido, menos todavía de sentarse en el piso, pero se avino a darle el gusto. Para entretener el estómago, apareció al rato con 2 vasos de gaseosas y un cucurucho de papas fritas que les supieron exquisitas.

Pasadas las 22, el recital todavía no había comenzado. Pablo se preguntaba por los chicos de la ambulancia, por si llegaban a desencontrarse. Susan no tenía preocupaciones al respecto, salvo Lisa, por ella, mejor que no fueran.

El espectáculo estuvo digno, el sonido era bastante bueno. Pablo preguntó alguna vez más por sus compañeros, Susan se olvidó de ellos, directamente. Al término del recital, Susan miró el celular. Era pasada la media noche. No podía creer que ni siquiera les hubieran enviado un mensaje, diciéndoles dónde estaban o que no irían, al menos. ¡¡¡Era la última noche del operativo, un poco de cortesía fingida, al menos!!!

Buscaron un lugar donde comer algo rico, así lo hicieron y luego decidieron volver a la casa. Al otro día, madrugarían, el médico quería salir bien tempranito.

Al llegar al chalet, se encontraron con la desagradable sorpresa que la casa estaba cerrada y vacía. ¿Adónde se había ido el terceto endemoniado? Ninguno de los dos había recibido notificación alguna. Pablo se comunicó con la radio que manejaba Teto, le contestó que estaban en una esquina, que iban a tomar una cerveza.

Susan y Pablo volvieron al centro. La psicóloga imaginaba que estaban en un bar, le parecía que lo correcto era sentarse aunque sea 5 minutos, tomar un vaso de cerveza y brindar como despedida. Sin embargo, la esquina no estaba en el lugar más céntrico. Como no era de fácil acceso, Pablo paró el auto a una cuadra y le dijo a la psicóloga que lo esperara allí. Ella le contestó que iría con él, al menos, para saludarlos, aunque no se sentaran. Caminaron la cuadra, no veían ningún bar. De pronto, divisaron las lánguidas figuras del chofer y la médica que deambulaban por allí. Teto le dio la llave al médico.

- ¿Y Gladys?, preguntó Susan a Lisa, quien estaba enfundada en un top de leopardo.
- Está comprando cosas en el centro.
- ¡¡Qué pinta!!
- Sí, ¿viste? Y eso que ya me había acostado, me arrancaron de la cama, no daba más, dijo la médica con una sonrisa que no disimulaba el cansancio ni la resignación.
- ¡¡Que lo pasen lindo!! ¡¡¡Vamos!!! Cortó Pablo, tomando a Susan del brazo.
- ¡¡¡Que te diviertas!!! Se despidió Susan, mientras pegaba la vuelta.

Camino al auto, Susan comentaba su extrañeza de que, en vez de estar brindando en un bar, anduvieran caminando, cada uno por su lado. Pablo, una vez recuperada la llave, se desentendió por completo de las locuras del terceto. Sólo le comentó que se había enterado de que los iría a buscar el mismísimo jefe de choferes. Susan se sintió aún más reconfortada de viajar con Pablo. No sólo llegaría mucho antes, se salvaría de una macabro viajecito, rodeada de enemigos.

Al llegar a la casa, vieron que todo brillaba. El trío había limpiado con decisión. A Susan le dio un poco de culpa no haber participado de la limpieza. Pero este sentimiento no caló muy hondo, había pagado con monedas de sufrimiento su estadía allí. Se dieron las buenas noches con el médico y cada uno se fue a dormir a su cuarto. El médico, se volvió para recordarle:
- Mañana te despierto bien temprano, tené todo listo, cuando te de la señal… ¡¡¡nos rajamos!!!

La psicóloga respondió afirmativamente con la cabeza y se fue a dormir. No escuchó cuando regresaron a la casa los integrantes del terceto ambulanciero.

A la mañana siguiente, Pablo la despertó. Susan reaccionó en el acto. No era tan temprano, dado que Gladys y Lisa estaban levantadas, el único que seguía durmiendo era Teto. Lo cual, por supuesto, era una gran suerte y un enorme alivio.

Susan se vistió rápidamente y terminó de ordenar sus cosas. Pocos minutos después, escuchó la voz estridente de la enfermera que, con asombro, decía desde el living:

- Ahhhhh, ¿se va ahoooora, entonces?
- Sí, sí, respondía el médico, sin dar mayores explicaciones.

Pablo entró a la habitación de las mujeres para despedirse de Lisa.

- Me voy y me llevo también a Susan, anunció el médico, llevándose al auto la valija grande de la psicóloga.

La médica se despidió de Pablo y miró sonriente a Susan. ´

- ¡¡Uy!!, recordó la psicóloga. No le pagué la esponjita a Gladys, ¿cuánto costará esta esponja de cocina? O si no, se la dejo.
- De ninguna manera, llevátela como un souvenir, no le des nada. Estoy segura que fui la única que le pagó a Pablo lo que le debíamos, aparte de vos, claro.

Susan no tenía problemas en dejar la esponja o pagarla. Sin embargo, como gesto de complicidad, la tomó y la guardó en su cartera.

- Sé que las cosas hubieran sido diferentes en otras circunstancias… Con vos, remarcó la psicóloga.
- Seguramente, respondió Lisa.

Se dieron un beso de despedida, con calidez. Pablo volvió apuradísimo a buscar a Susan. Al salir de la habitación, la psicóloga se topó con los ojos desorbitados de Gladys:

- ¿Cómo?, ¿vos también te vas?
- Sí, sí, apuró el trámite Pablo. Decile a Teto que le dejamos un saludo.

Susan apenas tuvo tiempo de darle un beso a Gladys y desearle suerte. En tiempo récord, el auto arrancó y se alejó de la casa del horror.

El médico iba apurado, como escapando de algo. Sólo habiendo ganado unos cuantos kilómetros en distancia, soltó un grito de liberación:

- ¡¡¡Por fin nos fuimos!!! Vamos a alejarnos un poco más y buscamos un lugar para desayunar.

Susan estaba radiante de felicidad, festejaba todos los comentarios de Pablo. Un cafecito no le vendría nada mal, pero no tendría problemas en enfrentar todo el viaje de regreso en ayunas, de ser necesario.

Ambos coincidían en que había estado muy buena la vertiginosa retirada, era una pegada que el conflictivo Teto no se hubiera enterado por estar durmiendo.

- Imaginate la bronca que se va a agarrar cuando se despierte, se divirtió Pablo.
- Seee, se va a querer matar, aplaudió Susan.

El viaje de regreso fue muy tranquilo, sólo pararon una vez para desayunar. Charlaron, tuvieron ratos de silencio. Todo era armonía entre ellos y ansiedad por reencontrarse con sus afectos, con quienes mantenían contacto telefónico, avisándoles por dónde iban yendo.

Pablo acercó a Susan hasta la puerta de su casa, sin que ella se lo hubiera pedido. Antes de bajar del auto, la psicóloga volvió a agradecerle lo bien que se había comportado con ella, que valoraba muchísimo todo lo que la había bancado. El médico, poco amigo de las expresiones de afecto, le dijo “de nada” y le deseó suerte. Se despidieron con un beso.

Al bajar del auto, Susan vio que Renomé caminaba sonriente hacia ella, para ayudarla a entrar los bolsos a la casa…


THE END

1 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

Publicar un comentario

Acá podés explayarte...