SOLEDADES Y LAZOS

Porque nuestra subjetividad está entramada de vínculos y espacios privados, ambos son bienvenidos. Ojalá que los lazos no ahoguen intimidades, ni la soledad bloquee los caminos para el intercambio.



lunes, 12 de abril de 2010

DESVENTURAS SATINADAS XI (crónica de una quincena accidentada)

XI. División de aguas


Aquella noche, Susan no descansó bien. Se despertaba transpirada, como si tuviera fiebre. Tuvo pesadillas, estaba alterada.
- ¿Estás mejor?, le preguntó Lisa, a la mañana temprano, viendo que la psicóloga abría los ojos.
- Sí, contestó Susan, sin entender a qué se refería.
- Anoche gritaste, se ve que te sentías mal.
- Creo que tengo fiebre, dijo Susan.
- Bueno, quedate en la cama, descansando, es muy temprano. Cualquier cosa, te doy un antitérmico.
- Gracias, contestó la psicóloga, dándose vuelta en la cama.

Se despertó más tarde, la enfermera estaba en la habitación:
- ¿Cómo estás, negrita?, le preguntó con falsedad.
- Bien, contestó Susan, dispuesta a levantarse.
- Vine a buscar un par de cosas y me vuelvo al hospital. Si necesitás algo, decime.

La psicóloga se dio una ducha y luego desayunó. Se sentía cansada y triste. Ojalá surgiera bastante trabajo para ella, así se desconectaba de toda la locura que padecía en la casa.

A la hora de la comida, Pablo y ella pusieron la mesa. La ambulancia estacionó al frente del chalet, Teto bajó con la comida, diciendo:

- Coman ustedes, nosotros vamos a comer después. Nos vamos a la playa.

Susan recordó entonces que Gladys se había llevado las lonas y la carpa. Teto salió de la casa y la ambulancia volvió a arrancar. Comieron los dos solos. Luego, Pablo se fue a dormir y Susan lavó los platos. Era un día precioso para disfrutar la playa pero estaba tan lejos que no tenía voluntad para ir sola, caminando. El calor era insoportable, incluso sentándose bajo los pinos. Se refugió en la lectura. Cada tanto, se tiraba agua por todo el cuerpo, en la piletita de lavar del fondo, para refrescarse.

Pensó que el tablero se había movido hacia una dirección y que debía aceptar que lo mejor era abandonar su rol mediador, debía acoplarse a la división de aguas, definiendo la separación. El trío por un lado, ella y Pablo por el otro. Eso la aliviaría. ¿Para qué intentar negociar, dialogar o razonar con quienes no estaban dispuestos a manejarse en esos términos? Los 3 manejaban otros códigos y aunque no la pasaran bien, era su problema, ella no debía intervenir. Debía mantenerse apartada y fría, sin involucrarse, por más pedidos de contención que le llegaran. Ya se había quemado lo suficiente con fuego, era hora de cuidarse a sí misma. Sus intentos de mediación, sólo la habían complicado, había que poner un punto final a ese descalabro, bajándose.

Al rato, llegaron los ambulancieros. Las mujeres decían que la playa estaba hermosa, Susan les sonrió y siguió leyendo. Siguió en su posición distante, mientras ellos iban y venían, arreglándose para la guardia de la tarde. A eso de las 16, Susan se topó con el médico, recién levantado de la siesta. Le preguntó si irían a la playa, le contestó que sí. Ni lerda ni perezosa, la psicóloga puso agua para el mate y en pocos minutos, estaban viajando rumbo al bello mar. Pablo se quejaba de que había mucho sol, Susan, en cambio, se sentía dichosa de disfrutar del sol y la playa, en un horario ideal.

A la noche, había que compartir otra vez la comida con el equipo a pleno. La psicóloga ya no tenía ganas de vérselas con estos personajes tan nefastos. De Teto nunca había esperado nada, sabía de antemano que era un mal bicho, pero con la médica y la enfermera, se sentía traicionada en su buena fe. Pero de nada valdría hablarlo con ellas, en todo caso, debía cuestionarse por qué había puesto fichas allí donde no había tela.

Apenas terminó la comida, Gladys, haciéndose la gran señora digna, se puso a recoger la mesa y lavó los platos. Susan decidió divertirse con la situación, en vez de enojarse. Lejos de colaborar, como hacía siempre y, ya que esto no se veía, se fumó un puchito en el porche, muy tranquila. El módico entretenimiento duró sólo un breve tiempo, luego le cayó encima el agobio del encierro, nuevamente. Se animó a preguntarle a Pablo si podían salir. Pocos minutos después, estaban viajando, fuera de esa cueva de ratas. Susan se sentía aliviada de respirar aire puro. Caminaron un poco y luego tomaron un café. La psicóloga le buscaba temas de conversación a Pablo, para que fuera él quien hablara, quería distraerse, descansar delinfierno en el que estaba inmersa desde hacía tantos días.

Regresaron a la casa, Pablo se fue a dormir y Susan leyó un poco, manteniendo la distancia con el trío. Sólo cruzó un par de comentarios de cortesía con Lisa y Gladys, pero sin involucrarse en ninguna conversación. Luego se fue a dormir, muy tranquila. Volvía a hacer pie, se reencontraba con ella misma.

Respecto del incómodo tema del dinero, Susan resolvió hacer las cuentas, bien detalladas en un papel, donde constaban las deudas de cada uno. Se lo entregó a Lisa, pidiéndole que se lo transmitiera a sus compañeros de ambulancia. Punto final para ese entuerto, al menos, para ella.

Los pocos días que restaban, transcurrieron por la misma senda. Susan, apartada del terceto de ambulancia, los observaba desde de lejos, con mirada irónica. Por las tardes en la playa o a la noche, dando una vuelta, se reía con Pablo de cómo Teto se había erigido en el gran jefe del trío, arrastrando a las mujeres a hacer lo que su antojo le dictaba. Ya no sentía piedad, era una cuestión de elecciones. Ellas eran responsables de lo que habían elegido.

A Pablo le divertía la grosera división, ellos por un lado y el terceto, por el otro. Era como una comedia de enredos, cuando venían unos, se iban los otros y viceversa. Por su parte, Susan se sentía agradecida del gesto solidario que Pablo había tenido con ella y no se privaba de decírselo. Surgió entre ellos una camaradería fundada en el respeto y el aprecio sinceros, habían ganado en cercanía.

Una tarde, Pablo le confesó que recién la noche en que le pidió que salieran, comprendió lo mal que lo estaba pasando ella. Que para pedirle algo así, era porque no daba más. Susan asentía, jamás le había pedido nada en operativos anteriores, pero en esta oporunidad, había sufrido más de la cuenta. El médico reconocía ahora que Teto se había comportado de un modo irrespetuoso y atrevido, que aunque era un buen chofer, su comportamiento era inadmisible. Hasta dijo que prefería el chofer con quien había tenido un enfrentamiento el año anterior. Ambos se rieron al recordarlo, qué diferente había sido esta experiencia de las anteriores.

La anteúltima noche, el trío ambulanciero se mostraba inquieto, al regresar de la guardia. Al parecer, deberían participar del traslado de un paciente muy grave, desde el hospital hasta el helipuerto. El vuelo sanitario lo trasladaría a su provincia de origen. Susan preguntó si ella también estaba convocada, la médica dijo que sólo debía ir el personal de la ambulancia, que así le había dicho Teto. La psicóloga insistió, preguntando si había algún familiar del afectado. Le contestó que no. Se quedó aguardando que la convocaran por celular, como esto no ocurrió, luego de que partiera la ambulancia, Susan y Pablo se fueron a dar un paseo por el centro. En el trayecto, el médico le comentó que no podía creer la arrogancia de Teto. El traslado lo había decidido prácticamente él, al enterarse, accidentalmente, del vuelo sanitario. Con su caradurismo a toda prueba, les había ofrecido a las autoridades que “él podía viajar con SU equipo”. Pablo se había indignado con el atrevimiento de tal atribución. Le había dicho al muchacho que no podía disponer de la ambulancia, sin consultar primero con la médica, que era la responsable, quien debía “poner el gancho”. Para variar, Lisa no había objetado el procedimiento del chofer, estaba perdidísima, sólo se atenía a acatar las indicaciones del muchacho, sin disponer de un mínimo poder de reflexión.

Cuando Pablo logró estacionar su auto, bajaron y caminaron algunas cuadras hacia el centro. Ya no querían hablar del patético trío ambulanciero. Habían descubierto que tocaban bandas interesantes en un anfiteatro, de manera que pasaron un rato para escuchar buena música. Al día siguiente, tocaría una banda tributo a Pink Floyd, con muy buenas referencias. Acordaron entonces que cenarían afuera y que luego irían a escucharla, como cierre de la accidentada quincena padecida.

Al regresar, desde el auto, vieron que los 3 personajes de la ambulancia estaban muy instalados en el porche, tomando cerveza y un desagradabílisimo vino color turquesa. Por cortesía, Susan y Pablo se quedaron junto a ellos. Comentaban cómo había resultado la experiencia del traslado, emocionados por la presencia de las cámaras y desparramando “cholulez” por haber pasado cerca de personajes conocidos. Mientras hablaban, Susan descubrió que su intervención hubiera sido necesaria, dado que había una familiar muy angustiada, a la que no le permitieron subir al avión sanitario. Era un despropósito que estando ella disponible, se la hubiera desaprovechado como recurso. Era la nefasta consecuencia de permitir que un inadaptado estuviera desempeñándose como agente de salud en emergencias. Teto no tenía sentido de responsabilidad, mucho menos, criterio. Pretendía manejar las situaciones, todas ellas delicadas y graves, conforme a sus códigos tumberos. A pesar de lo irregular de la situación, Susan sólo dijo que era una pena que ella no hubiera participado para contener al familiar. En seguida, Pablo entró a la casa, Teto salió disparado. Las mujeres, bastante alegres por el alcohol, le convidaron un vaso lleno hasta el tope del vino celeste, pero Susan se rehusó a beberlo, inventando una excusa. Ni ebria ni dormida tomaría ese brebaje endemoniado.

(continuará... paciencia, sólo falta uno)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mmmm ....que era el vino color celeste?algún gualicho de la enfermera?
Desconfío ampliamente de las personas que utilizan el latiguillo"madre"al refererirse a otro.

IRINAMORA dijo...

seeee, esos "madre" la enfermaron a Susan, aunque también le sirvieron de alerta.

El vino celeste era veneno ¿celestial? Gualicho o no, mejor abstenerse.

Retomando el tema nominaciones: Susan debió autonimarse de entrada y ya.

¿Quién será anónimo? ¿Será uno solito/a o serán varios?

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